Tao en el cuento del traje del emperador
Hace muchos años había un pequeño Tao confuso aburrido y solitario, era muy aficionado a las andanzas nuevas, pero gastaba todas sus energías en dar una y mil vueltas sin la máxima elegancia exigida a quienes quieren seguir los verdaderos caminos del TAOBIBLIOGFERICO.
Se interesaba por algunos soldados y por el teatro de otros caminantes, le gustaba salir de paseo por el campo de internet, para lucir sus historias nuevas. Tenía una pensada para cada parte del trayecto y una distinta para cada hora del día.
La ciudad en que vivía Tao era muy alegre y bulliciosa en ocasiones. Todos los días llegaban a ella muchísimos extranjeros, pero una vez presentó dos o tres historias despistadas, asegurando que más adelante tendría otras más maravillosas.
-¡Deben ser historias magníficas! – pensaron los Emperadores del Camino-.
Pero otros caminantes que montaron historias similares simularon que trabajaban en esto y aquello con el pequeño Tao; pero no tenían nada pensado más que este echara andar la máquina rápido y con certeza para ellos.
«Me gustaría saber si avanzan con la historia»-, pensaron los Emperadores.
-¿Verdad que es admirable? -preguntaron los amigos del pequeño Tao-.
«¡Cómo! – pensaron los Emperadores-. ¡Yo no veo nada! ¡Esto es terrible!
¡Pero si no dice nada! -exclamó de pronto un colega despistado.
-¡Dios bendito, escuchen la voz de la inocencia! –dijo alguien.
-¡No dice nada; es una chiquilla que no dice nada!
-Aquello no inquietó al Tao, esperaba mejorar la marcha después de agosto y algo más en completa quietud familiar, en espera del regreso de los chicos al cole, pensó: «Hay que mejorar la marcha a partir de octubre y en silencio y aguantar hasta el fin de enero que regreso a Chile». Ese era el verdadero camino
Basado en la idea del El traje nuevo del emperador de Hans Christian Andersen
Se interesaba por algunos soldados y por el teatro de otros caminantes, le gustaba salir de paseo por el campo de internet, para lucir sus historias nuevas. Tenía una pensada para cada parte del trayecto y una distinta para cada hora del día.
La ciudad en que vivía Tao era muy alegre y bulliciosa en ocasiones. Todos los días llegaban a ella muchísimos extranjeros, pero una vez presentó dos o tres historias despistadas, asegurando que más adelante tendría otras más maravillosas.
-¡Deben ser historias magníficas! – pensaron los Emperadores del Camino-.
Pero otros caminantes que montaron historias similares simularon que trabajaban en esto y aquello con el pequeño Tao; pero no tenían nada pensado más que este echara andar la máquina rápido y con certeza para ellos.
«Me gustaría saber si avanzan con la historia»-, pensaron los Emperadores.
-¿Verdad que es admirable? -preguntaron los amigos del pequeño Tao-.
«¡Cómo! – pensaron los Emperadores-. ¡Yo no veo nada! ¡Esto es terrible!
¡Pero si no dice nada! -exclamó de pronto un colega despistado.
-¡Dios bendito, escuchen la voz de la inocencia! –dijo alguien.
-¡No dice nada; es una chiquilla que no dice nada!
-Aquello no inquietó al Tao, esperaba mejorar la marcha después de agosto y algo más en completa quietud familiar, en espera del regreso de los chicos al cole, pensó: «Hay que mejorar la marcha a partir de octubre y en silencio y aguantar hasta el fin de enero que regreso a Chile». Ese era el verdadero camino
Basado en la idea del El traje nuevo del emperador de Hans Christian Andersen
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home